Construir tu propia Iglesia
En el muro anterior vimos que debemos tratar de construir un estilo propio. El camino es largo y el combustible diario de la escritura es la lectura, entonces: ¿Cómo logramos realizarlo sin dejarnos llevar por las influencias (conscientes e inconscientes) que se producen durante el proceso de lectura de las obras de otros autores y cómo logramos hacerlo sin despersonalizarnos durante el intento? La respuesta es contundente: debemos construir nuestra propia Iglesia.
Todo escrito consta de dos partes: la materia y el estilo, o sea, contenido y forma. Por eso es tan difícil enseñar a escribir: ¿Cómo enseñas un estilo, una forma, un intangible? ¿Cómo enseñas a tomar lo objetivo de la vida y convertirlo en subjetivo y devolverlo al mundo “en formato novela” bajo la ilusión de algo nuevamente objetivo, creíble, posible, verosímil? Los novelistas estamos redefiniendo lo real en términos literarios y para poder lograrlo hay que tener imaginación y creatividad.
La estética de la obra se basa en una percepción individual, única y propia de cada individuo; eso es el Estilo personal de cada escritor. Por ejemplo, Borges y Rulfo se alimentan del ritual y del mito. Cortázar está en guerra con las palabras y Carpentier en cópula con ellas. Hay escritores que apuestan a que el lector estabilice el relato (todo es estilo).
Construir tu propia Iglesia es el título y el epígrafe elegido para tu novela, es también el prólogo y el epílogo que cierra la obra, es la arquitectura desarrollada (su forma, estructura, armado, ingeniería) y es también su magia subterránea. Henry James dijo: «Cuando un autor describe un cuadro o una música con mucha precisión, le quita al lector la posibilidad de imaginarse ese cuadro y esa música en los términos en los cuales se acomoda mejor a los intereses y necesidades del relato».
Todo es válido para el novelista y debe ser usado en función de su escritura; incluso los signos de puntuación; debemos darles el uso que mejor se ajuste a lo que estamos buscando. Julio Cortázar no dejaba que le cambien de lugar una coma y no aceptaba eliminar ninguna durante las eternas correcciones del original que se producía en la editorial durante las pruebas de galera.
Finalmente, podrás construir tu propia Iglesia a partir de los procesos literarios que seas capaz de desarrollar en tu propia obra y de las herramientas que utilices durante el proceso de escritura.
Por ejemplo, hablamos de crear un Narrador que cuente la historia; será tu primera invención como autor y deberás dotarlo de autoridad y deberá ganársela, frase a frase, página a página, como Tolstoi. Nadie como él. La forma de relatar y la autoridad del narrador no se puede enseñar, no se puede aprender; se tiene o no se tiene. Lo que sí se puede, es aconsejar, sugerir, indicar, cómo elegir el más adecuado para tu novela (protagonista, testigo, aquiescente, omnipresente, en primera o tercera persona) y en qué tiempo narrativo debe estar porque hay varios que se pueden utilizar.
Con paciencia y disciplina, con voluntad y entrega, podrás construir tu propia Iglesia con las herramientas que te brinda la literatura.
