
El proceso creativo es una mezcla de técnica y misterio, de oficio y creación. El proceso de creación es algo muy personal … Jorge Luis Borges una vez contó cómo había experimentado un acontecimiento creativo: «Sentí que estaba viviendo, no dentro del tiempo sino fuera de él. No sé cuánto duró esa sensación ya que me hallaba fuera del tiempo. Tuve la sensación de estar viviendo más allá del tiempo». Y con respecto al proceso de escritura agregó: «Veo las dos puntas, sé el principio y el fin; lo que sucede entre ambos extremos tengo que ir inventándolo, descubriéndolo a partir del lenguaje».
El escritor cubano Alejo Carpentier en una conferencia de prensa brindo información de cómo había sido el “nacimiento” de su obra Cristóbal Colón: «Todavía no tiene nombre, no ha sido hecho imagen por la palabra. Todavía no es Idea, no se hizo concepto, no tiene contenido definido. Ni contenido ni continente. Es, todavía, conciencia».
¿Una obra de arte aparece completa en la visión del artista o surge gradualmente en el proceso de su configuración? ¿El acto creador es la visión o la ejecución? ¿La obra de arte está en el taller de Rodín o en su conciencia? ¿Está en el bloque de mármol o en la mente de Rafael?
La novela es un territorio libre donde todo es posible, es un territorio liberado donde gobierna la imaginación. Es como un mago, cada paloma, cada pañuelo anudado, cada naipe escondido, cada pase mágico es un mundo, una nueva totalidad. La imaginación nos permite pasar del otro lado para ver esa nueva realidad … Entre la realidad y la ficción las fronteras son porosas, permeables, sin límites y de pronto estamos en otro mundo con Gabriel García Márquez en Macondo, con Rulfo en Comala, o con Juan Carlos Onetti en su puerto de Santa María y, por qué no, con William Faulkner en el condado de Yoknapatawpha.
También, debemos ser capaces de pasar por la puerta narrativa para amar a nuestros personajes, para verlos, para escucharlos, para sentirlos respirar y amar … la mansión vibraba … la habitación latía … El convencimiento de lo que estamos escribiendo debe ser absoluto: hay que sentirlo, vivirlo y creérsela.
Le preguntaron una vez a Jorge Luis Borges: «¿Quién es más real para usted, Macbeth o Perón?».
«Bueno, Macbeth, desde luego», respondió.
Ahora bien: ¿En qué sentido es real?
El grado de realidad de la obra y los mundos que crea son reales de otra manera. Crea evidencia, aceptación; crea un estado en el cual todo es creíble. Pero la efectividad de una imagen no es su realismo sino su eficacia dentro de un contexto especifico de acción que la lleva a ser verosímil y posible.
Escuchemos la opinión de un espectador al salir del cine:
Yo leía la novela una y otra vez, yo iba al cine una y otra vez a ver la misma película porque en realidad, lo que quería era vivir una vida real por lo menos unas horas, pasar el tiempo con artistas verdaderos, con personas ... Literalmente utilizo la palabra real, entonces es creencia, creación de sentido, se abre una nueva dimensión de la realidad; es otra esfera de realidad.
De pronto hay ante nosotros un mundo intangible pero no por ello menos concreto que nos atrapa. Es un rito de sustitución de mundos y de emociones. Es como cuando en la religión católica durante la misa se produce la transustanciación; pero en el caso de la literatura, en lo que hace al proceso creativo, es el pasaje del autor hacia el narrador … Si no hay transformación no hay creación. Hay que estar dispuesto al proceso, a la referencia mística religiosa de la transustanciación durante la misa. Hay que estar dispuestos a ensanchar los límites que nos impone la realidad cotidiana. Religión y literatura se cruzan durante el proceso creativo.
Balzac crea y no inventa. Hay una diferencia abismal entre crear e inventar. Crear es dar vida, como Dios durante el Génesis. El proceso creativo de dar vida a personajes es filosófico y teológico, no es un tema técnico. Y como enseña Mario Vargas Llosa en su ensayo sobre Flaubert: «Durante el proceso de creación hay también un deicidio; matar a Dios para ser tu propio Dios».
Por supuesto que hace falta talento para hacer que las cosas tengan vida, pero el proceso creativo y la inspiración no son un estado de gracia, no son musas que nos llegan del cielo … Es tenacidad y oficio, es fuerza y dominio; en definitiva, es una recompensa al bendito oficio de narrar.

En el muro anterior vimos que debemos tratar de construir un estilo propio. El camino es largo y el combustible diario de la escritura es la lectura, entonces: ¿Cómo logramos realizarlo sin dejarnos llevar por las influencias (conscientes e inconscientes) que se producen durante el proceso de lectura de las obras de otros autores y cómo logramos hacerlo sin despersonalizarnos durante el intento? La respuesta es contundente: debemos construir nuestra propia Iglesia.
Todo escrito consta de dos partes: la materia y el estilo, o sea, contenido y forma. Por eso es tan difícil enseñar a escribir: ¿Cómo enseñas un estilo, una forma, un intangible? ¿Cómo enseñas a tomar lo objetivo de la vida y convertirlo en subjetivo y devolverlo al mundo “en formato novela” bajo la ilusión de algo nuevamente objetivo, creíble, posible, verosímil? Los novelistas estamos redefiniendo lo real en términos literarios y para poder lograrlo hay que tener imaginación y creatividad.
La estética de la obra se basa en una percepción individual, única y propia de cada individuo; eso es el Estilo personal de cada escritor. Por ejemplo, Borges y Rulfo se alimentan del ritual y del mito. Cortázar está en guerra con las palabras y Carpentier en cópula con ellas. Hay escritores que apuestan a que el lector estabilice el relato (todo es estilo).
Construir tu propia Iglesia es el título y el epígrafe elegido para tu novela, es también el prólogo y el epílogo que cierra la obra, es la arquitectura desarrollada (su forma, estructura, armado, ingeniería) y es también su magia subterránea. Henry James dijo: «Cuando un autor describe un cuadro o una música con mucha precisión, le quita al lector la posibilidad de imaginarse ese cuadro y esa música en los términos en los cuales se acomoda mejor a los intereses y necesidades del relato».
Todo es válido para el novelista y debe ser usado en función de su escritura; incluso los signos de puntuación; debemos darles el uso que mejor se ajuste a lo que estamos buscando. Julio Cortázar no dejaba que le cambien de lugar una coma y no aceptaba eliminar ninguna durante las eternas correcciones del original que se producía en la editorial durante las pruebas de galera.
Finalmente, podrás construir tu propia Iglesia a partir de los procesos literarios que seas capaz de desarrollar en tu propia obra y de las herramientas que utilices durante el proceso de escritura.
Por ejemplo, hablamos de crear un Narrador que cuente la historia; será tu primera invención como autor y deberás dotarlo de autoridad y deberá ganársela, frase a frase, página a página, como Tolstoi. Nadie como él. La forma de relatar y la autoridad del narrador no se puede enseñar, no se puede aprender; se tiene o no se tiene. Lo que sí se puede, es aconsejar, sugerir, indicar, cómo elegir el más adecuado para tu novela (protagonista, testigo, aquiescente, omnipresente, en primera o tercera persona) y en qué tiempo narrativo debe estar porque hay varios que se pueden utilizar.
Con paciencia y disciplina, con voluntad y entrega, podrás construir tu propia Iglesia con las herramientas que te brinda la literatura.

En el muro anterior vimos algunas herramientas que pueden ser de gran utilidad durante el proceso de escritura. Ahora, les voy a compartir mi método de trabajo. Está basado en el combustible diario de la escritura que es la lectura; no hay escritor sin biblioteca.
Durante el proceso de aprendizaje (que dura toda la vida) fue fundamental una técnica que desarrolle de manera espontánea: leer en pin pon y tomar apuntes o notas durante la lectura.
En pin pon porque primero leo una novela y después un “libro taller” y después otra novela y luego otro “libro taller” y así sucesivamente.
La obra de ficción debe ser de un autor en español que escriba bien porque se aprende a escribir leyendo; hablamos de autores como Carpentier, Onetti, Borges, Vargas Llosa, Cortázar, Rulfo, Pitol, Donoso y tantos otros. Dije que hay que leer autores en español porque tenemos que tratar de evitar las malas traducciones. Es preferible dejar pasar la obra de un autor extranjero si no conocemos al traductor porque suele pasar que, durante el proceso de lectura, nuestra mente va grabando de manera inconsciente formas, giros y modos que luego, en algún momento de la escritura, afloran. Piensen que algunas obras pasan de su lengua original (ruso o francés) al inglés para pasar luego al español; una vez le preguntaron a un premio nobel de literatura que defina que es una gran obra y respondió: es aquella que resiste una traducción …
Existen traducciones excelentes como la que realizo Jorge Luis Borges de la novela escrita por William Faulkner: Palmeras salvajes o la que realizó Julio Cortázar de la obra de Marguerit Yourcenar: Memorias de Adriano; muchos dicen que es mejor que el original …
Entonces, una vez culminada la lectura de una narrativa de ficción, tenemos que leer un “libro taller”.
Cuando hablo de “libro taller” me refiero a libros de textos, filología, semiología, ensayos, talleres de escritura, manuales de corrección, entrevistas, reportajes, biografías, correspondencia, cuadernos de notas, papeles de trabajo, bitácoras de novelas y todo lo que aporte cuestiones técnicas para el proceso de aprendizaje. Les comparto algunos de los tantos que están en mi biblioteca:
Julio Cortázar: Clases de literatura en la universidad de Berkeley.
Jorge Luis Borges: Conversaciones en universidades de los Estados Unidos.
Ricardo Piglia: Conversaciones en Princeton.
Juan José Saer: Papeles de trabajo.
Mario Vargas Llosa: El viaje a la ficción.
Gabriel García Márquez: Como se cuenta un cuento.
Walter Benjamín: El narrador.
Marcel Proust: Crítica literaria.
Giorgy Lukacs: Teoría de la novela.
Julia Kristeva: Semiótica.
Roland Barthes: El grado cero de la escritura.
Primero debemos realizar una lectura de la novela para disfrutarla como lector y luego, una segunda lectura para ver cómo funciona, cómo está armada; durante el proceso vamos tomando notas, apuntes y archivamos la información para poder construir nuestras fichas o papeles de trabajo que nos servirán de apoyo en nuestras futuras escrituras. Por ejemplo, el escritor y poeta chileno Roberto Bolaño anotaba en libretas personales las ideas, los datos, el perfil de los personajes, las escenas; tenía listas de nombres, dibujos, frases, etc.
Luego leemos, lo que yo llamo “libro taller”, un texto duro para limpiar nuestra mente y tratar de pasar al olvido la novela y su influencia futura. Además, la lectura del “libro taller” nos va a servir para validar conceptos de armado, forma, construcción, estilo, ingeniería y arquitectura de la obra. Tomamos notas, siempre tomamos notas y apuntes de cosas que nos interesan y llaman la atención; es un proceso muy personal; es un proceso de búsqueda permanente y de llenado mental de información técnica que nos va a ser de gran utilidad para escribir nuestras obras (se escribe de manera consciente e inconsciente a la vez).
Además de saber la hora, debemos conocer cómo funciona el reloj … Es de gran utilidad desarmar y volver a armar las novelas de ficción para ver lo que hay adentro, su montaje secreto, las piezas con las que están construidas, conocer su arquitectura. No es tarea fácil porque hay obras de escritores, como William Faulkner, que cuando las queremos volver a armar nos sobran piezas sobre el escritorio de trabajo …
Con esa forma de leer, con esa rutina de lectura estamos formándonos y preparándonos para el momento en que nos lancemos sobre la hoja en blanco para comenzar a escribir nuestra propia obra; es un proceso que nos lleva a fundir todo en una síntesis. Es un método de trabajo que me ayudo y me dio buenos resultados, pero recuerden que cada escritor debe crear el suyo. Cada uno debe buscar y crear sus propias herramientas y no debe despersonalizarse en el intento. Tenemos que ser capaces de poder construir nuestro propio Estilo.

El narrador ... El personaje principal y los secundarios ... El personaje puente ... El ambiente ... El tiempo narrativo ... La voz / el tono / el registro ... El Clímax ... El estilo ... El ritmo ... El monologo interior / el flujo de conciencia / la corriente de pensamiento ... El estilo indirecto libre ... Los signos de puntuación ... El titulo ... El epígrafe ... El prologo ... El falso prologo ... El final ... Leer en voz alta ... El efecto cajón ... Apostar al lector
Hay cientos de herramientas que podemos utilizar durante el proceso de escritura y si mantenemos la mente abierta y nos animamos a indagar en otras disciplinas, como la música, la pintura y la escultura, podremos conseguir muchas mas. Hay que salir de la literatura para poder entrar a la literatura.
Cada escritor construye sus propias herramientas.
El novelista tiene que encontrar sus propios recursos literarios y métodos de trabajo para poder realizar una novela de ficción; el proceso de escritura es algo muy personal, hay algo en la construcción literaria que viene desde muy adentro y esta en el ADN de cada uno de nosotros; hay que animarse a trabajar en la expiración para lograr sacarlo hacia afuera. Mirar e indagar en el interior de cada uno de nosotros para animarse a enfrentar los miedos que nos habitan y colonizan como una hiedra.
Como escritores, tenemos que tratar de lograr desarrollar la capacidad para movernos en mundos distintos: ficticios y reales, inventados y soñados ... Entrar y salir por el espejo de Alicia ... Tener la capacidad y la predisposición para poder pasar del otro lado. Hay otros mundos, pero están en este.
Jamás te rindas. La lucha es contra ti mismo. Aun puedes dar más. ¿Por que no? Debes ser el primero en creerlo. Hay que darlo todo. La obsesión le gana al talento y día a día nos formamos como novelistas con oficio, paciencia y convicción.
En el Muro les comparto algunos procesos y herramientas que fueron muy valiosos durante mi formación inicial: En Arpegio ... ¡Sí Chef! ... Mataras a tus parientes ... La hoja en blanco y la dulce naranja ...
En Arpegio
El arpegio es una forma de tocar la guitarra.
Es una manera de ejecutar los tonos de un acorde: en vez de tocarlos de manera simultanea se realiza de manera sucesiva; por definición es una sucesión mas o menos acelerada de los sonidos de un acorde.
En una novela no se puede poner todo, debemos condensar la historia. Hay momentos que debemos sacrificar hechos que ocurrieron durante la historia de vida de los personajes que estamos narrando. En la vida real todo ocurrió de manera simultanea, pero, en la vida ficticia, se va construyendo un tiempo propio, inventado, posible, verosímil. En ese tiempo creado tenemos que tener la maestría y el oficio necesario para que los episodios de vida de los personajes fluyan y avancen en el tiempo de verbo elegido para narrar la historia.
En narrativa de ficción la melodía se cambia por ritmo y siempre hay que tratar que no se detenga el curso de los acontecimientos que queremos contar. Escribir en arpegio nos permite que el rio de la historia no se detenga.
¡Sí Chef!
Cuando el chef trabaja en la cocina tiene a su disposición todos los elementos necesarios para cocinar, pero, para poder realizar un plato magistral, único y con estilo, deberá crearlo. Además, deberá utilizar los ingredientes en sus dosis exactas con imaginación y creatividad.
En las ficciones bien logradas, que son aquellas que perduran a través del tiempo, están todos los ingredientes necesarios de la vida y en su justa proporción. ¡Sí Chef!
Un toque de picante ... un dialogo.
Un hilo de chocolate en el plato ... un monologo interior.
Una pisca de sal ... una escena clímax.
Unas papas bravas ... un clima erótico.
Un sabor único ... una sutileza religiosa.
Un aroma dulce ... un final abierto.
No es tarea fácil, pero tampoco es imposible. Tenemos todos los ingredientes para realizar una buena novela de ficción: Libros de textos, ensayos, talleres de escritura, entrevistas, reportajes, biografías, correspondencia y esa gran proveeduría que es la vida; de ella debemos extraer lo que necesitamos para nuestras novelas. Lógicamente, no debemos abusar de ellos y utilizarlos en su justa medida. ¡Sí Chef!
Si el tema que tratábamos era de religión, deberá ser un eco de comunión, un vestigio religioso.
Si estábamos desarrollando una escena erótica, deberá ser persuasiva por lo que no dice, por lo que no muestra, por lo que sugiere y apostar que dispare en la mente del lector su propio acto sexual. Por eso no hay que contar nada que no se pueda mostrar.
Matarás a tus parientes ...
Corregir, podar, tachar, sacar, suprimir, agregar, reescribir ... son el karma del escritor para poder llegar a la versión final. En definitiva, es trabajar el manuscrito hasta lograr darle la forma definitiva. Hace falta mucho arte para que algo parezca desprovisto de arte. El actor dijo: salió espontáneo, sí claro, lo ensaye durante seis meses...
Hay que aprender a autocorregirnos; tener autocritica . Saber ver que quedo bien y entonces perfecto, lo dejamos. ¿Qué quedo mal? Al tacho de los papeles; no dudamos. Aunque te disguste, aunque hayas trabajado días y semanas en esa escena, en ese párrafo, en ese personaje, deberás saber que llegado el momento deberás matar a tus seres queridos mandándolos a la papelera de reciclaje. Siempre hay que dejarse llevar por las necesidades del texto, la historia es la que manda y determina todo; no hay que tener caprichos: si hay que sacrificar algo hay que hacerlo; no te enamores de tus escritos.
Gabriel García Márquez dijo: «Un buen escritor se mide por la cantidad de hojas de papel que quedaron al final de la jornada en el tarro de la basura». Y, en el mismo sendero, tenemos una gran enseñanza de Ernest Hemingway: «En determinado momento de la construcción de una novela de ficción deberás estar preparado para matar a tus seres queridos».
La hoja en blanco y la dulce naranja ...
Una buena herramienta para evitar la hoja en blanco y el bloqueo mental es el método de la naranja.
Si tenemos la rutina y la liturgia individual de escribir todos los días un par de hojas (no hay otra manera, se escribe todos los días y el escritor aprende escribiendo), debemos saber cuando parar de escribir. No hay que llegar hasta el final de la idea, del párrafo, de la escena; hay que parar un poco antes (oficio, intuición, olfato), entonces, al día siguiente, tendremos por donde comenzar. No hay que sacarle todo el jugo a la dulce naranja, no hay que secarla ni agotarla porque de lo contrario en la próxima jornada deberemos tener que comenzar con la hoja en blanco. De esta manera, sabiendo donde y cuando parar, al otro día tendremos el hilo narrativo para comenzar. Y así, sucesivamente, día a día, hoja a hoja, se va construyendo una novela de ficción.

Hay que pasar del otro lado … Todos necesitamos un conejo blanco que nos guíe a través de la selva de la escritura creativa ... Lo único que les puedo asegurar es que la persona que logre atravesar el muro será intelectualmente distinta a la que inicio el viaje … Nadie te puede enseñar a escribir, pero se aprende … Ustedes aprenderán a flotar en las aguas turbulentas de la narrativa de ficción donde muchos se ahogan. Recuérdenlo: en las aguas donde ustedes nadan, otros se ahogan.

Les comparto algunos pensamientos que escribí sobre la construcción de mi novela: Los falsos felices. Entiendo que puede llegar a ser de gran utilidad si lo leen como un taller literario sobre el género policial y su evolución y sobre las distintas maneras que tenemos para brindar información al lector en una novela coral, novela río, con varios personajes y narradores. Además, en el muro anterior vimos que no todo es contenido en la construcción de una ficción; también está la forma, el armado, la ingeniería, la arquitectura que sostienen a la obra y a su intriga.
Read more: Les comparto algunos pensamientos que escribí sobre la construcción de mi novela...